sábado, 14 de mayo de 2016

Escuela de Salamanca

Universidad de Salamanca
En las últimas décadas, autores españoles y extranjeros han destacado la importancia de la llamada Escuela de Salamanca, formada por teólogos, filósofos, moralistas y juristas que, sin conciencia clara de constituir una escuela, enseñaron en varias Universidades españolas y principalmente en la de Salamanca en los siglos XVI, XVII y XVIII.

Lo que ha hecho recientemente más famosa esta Escuela han sido sus investigaciones sobre la economía. El espaldarazo final a la denominación Escuela de Salamanca de economistas vino dado por Joseph Schumpeter en su Historia del análisis económico (1954). Schumpeter estudió la doctrina escolástica en general y la española en particular, y elogió el alto nivel de la ciencia económica en la España del siglo XVI. Según el citado economista, esta escuela fue el grupo que más se merece el título de fundador de la ciencia económica.

La Escuela de Salamanca no llegó a elaborar una doctrina económica completa, pero estableció las primeras teorías económicas modernas para afrontar los nuevos problemas que habían surgido. Desgraciadamente, no hubo continuación desde finales del siglo XVII, y muchas de sus aportaciones acabaron olvidadas para ser redescubiertas décadas después.

Aunque no se ha encontrado una influencia directa, la Escuela de Salamanca se ha comparado muchas veces con la Escuela austríaca. El economista austriaco Friedrich Hayek afirma que en varios de estos autores aflora una idea que, en definitiva, es la central del pensamiento de Hayek, y también la central de la concepción de la economía de mercado: que hay un orden natural en las actividades humanas. Los economistas liberales creen que es fruto de la acción humana, pero no deliberada y consciente, sino coordinada espontáneamente. Esta ausencia de deliberación en la aparición del orden económico hace que, en cierto sentido, pueda llamársele natural.

Fueron guiados en su búsqueda por las consultas de comerciantes y los banqueros sobre la moralidad de sus actividades: sobre si era lícito cobrar intereses de los depósitos bancarios; intercambiar la moneda de un país por la de otro y obtener con ello un beneficio; vender las mercancías a unos determinados precios; sobre cuál era el precio justo, etc. El orden natural se basa en la libre circulación de personas, bienes e ideas, de manera que los hombres pueden conocerse entre sí e incrementar sus sentimientos de hermandad. Esto implicaba que los comerciantes no sólo no eran moralmente reprobables, sino que llevaban a cabo un servicio importante para el bienestar general.

Varios autores que podemos considerar inclusos en la Escuela de Salamanca creyeron que la solución de estos problemas podía encontrarse en el mercado. Sus ideas no son sistemáticas y en ellas surgen con frecuencia puntos de vista mercantilistas y opiniones que reflejan su fe en el poder del príncipe.

En 1755 se publicó el Essai sur la nature du commerce en general, de Richard Cantillon, en el cual el orden económico natural aparece descrito con más precisión que en los autores de la Escuela de Salamanca. Con mayor precisión todavía fue expuesto por los fisiócratas y, sobre todo, en 1776 por Adam Smith.

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